Kabosu: la perrita que nació del abandono y terminó moviendo mercados
- Larisa - LoQueArde

- 2 dic
- 3 Min. de lectura
Actualizado: hace 5 días

Una foto perdida en un blog japonés, un meme absurdo que definió una era, dos programadores que hicieron una criptomoneda para reírse del mundo… y un Shiba Inu rescatado que sin querer se volvió infraestructura.
La historia completa —tierna, caótica y cultural— del perrito que transformó un chiste en dinero real.
El perrito es real. Re-real.
No es diseño, no es IA, no es ilustración: es un Shiba Inu japonés llamado Kabosu, una perra rescatada de un criadero que terminó clausurado por maltrato.
Cuando cerraron el lugar, muchos animales quedaron a la deriva, y sólo algunos fueron adoptados por organizaciones protectoras.
Entre esos perros estaba ella: pequeña, tímida, con esa cara de duda eterna.
Una maestra jardinera llamada Atsuko Sato la adoptó en 2008.
La llevó a su casa, la cuidó, la protegió y empezó a subir fotos en su blog.
Nada especial: la vida cotidiana con un perro rescatado.
Una de esas fotos —Kabosu mirando a cámara de costado, con una expresión entre irónica e incómoda— quedó perdida en internet durante dos años… hasta que alguien la usó para hacer un meme en 2013.
Cuando explotó, no fue sólo “un meme divertido”:
fue el meme que definió toda una época.
Y la imagen de Kabosu tenía algo raro: generaba ternura, risa, incomodidad y misterio al mismo tiempo. Era perfecta para internet.
La gente empezó a usarla compulsivamente: en Tumblr, en Reddit, en 4chan…
La foto se volvió el rostro del humor caótico.
Kabosu pasó de ser una perra rescatada a ser la cara más viral del planeta.
Atsuko —su dueña— siempre lo tomó con una mezcla de sorpresa y gratitud.
Publicaba fotos diciendo: “No entiendo por qué mi perrita es tan famosa, pero gracias.”

Y ahí aparece la parte inesperada:
cómo carajo un meme terminó siendo una criptomoneda.
Dos programadores —Billy Markus y Jackson Palmer— estaban cansados de lo solemne que se había vuelto el mundo cripto.
En 2013 decidieron crear una criptomoneda-parodia.
Literalmente: una cripto que fuera un chiste, un “¿y si hacemos esto y vemos qué pasa?”.
Sin pretensión, sin épica, sin whitepaper mesiánico.
La llamaron Dogecoin y le pusieron la cara del perrito como logo.
El meme se volvió moneda.
Y cuando Dogecoin explotó, Kabosu se transformó en el animal más reconocido del mundo digital.
Atsuko nunca buscó lucrar con eso. La fama le llegaba como un fenómeno extraño, un tornado cultural.
Muchos donaron dinero para ayudar con los cuidados de Kabosu, y ella lo donó a refugios de animales.
Siempre devolviendo el gesto.
Kabosu estuvo enferma en varias etapas de su vida. Tuvo problemas hepáticos y, ya de grande, necesitó cuidados constantes.
La comunidad de Dogecoin —esa que empezó siendo un chiste— se organizó para enviar apoyo emocional, económico y mensajes desde todo el mundo.
Hubo artistas que le hicieron retratos, empresas que mandaron regalos, y personas que incluso viajaron a Japón para conocerla.
Para Atsuko, su perrita famosa nunca fue un símbolo, sino Kabosu:
la que dormía en su manta, la que olía las plantas del jardín, la que tenía miedo del aspirador.
Kabosu falleció en 2024, con más de 18 años.
Su dueña publicó una despedida bellísima y serena.
Internet entero se puso en pausa unos días: la criatura más icónica de los memes había cerrado su ciclo.
Triste, sí.
Pero también poético: una vida común que terminó tocando a millones.
Y acá aparece la paradoja más fuerte:
Kabosu nació en un criadero abandonado.
Terminó siendo el rostro de una criptomoneda global, el símbolo del humor digital y una pieza de cultura pop.
Un animal rescatado que desencadenó movimientos financieros reales.
El meme que se volvió infraestructura.
La ternura que terminó moviendo mercados.

La historia sigue con su giro más surrealista: Doge no sólo se volvió moneda, sino que hoy sirve para pagar cosas reales.
Por ejemplo, pagar impuestos en Argentina.
Como Dogecoin creció tanto, la Ciudad de Buenos Aires habilitó el pago de algunos impuestos a través de procesadores que aceptan DOGE.
Vos pagás con Doge, el sistema lo convierte automáticamente a pesos, el Estado recibe pesos y vos no tenés que vender cripto ni usar bancos ni tocar intermediarios viejos.
Es simbólico, sí, pero también histórico: una cripto nacida de un chiste ahora funciona dentro de un sistema formal.
Es una historia rara, hermosa, absurda y completamente humana.
Un perrito rescatado que, sin querer, terminó dejando una huella en la economía digital del mundo.











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